Estrés

El estrés virtual, «alejados de la realidad»

El término estrés ha tenido diferentes significados a lo largo de la Historia. Empezó significando una experiencia negativa, en el siglo XIV; para luego, en el siglo XVII, pasar a referirse al sufrimiento de los materiales por la fuerza de la presión. Finalmente ha venido siendo utilizado en medicina y psicología.  

El estrés es tanto la causa como la consecuencia. Es todo aquello que sobrecarga al cuerpo y la mente, y al mismo tiempo es la consecuencia de esa sobrecarga. Cuando necesitamos activarnos, el cuerpo produce hormonas como el cortisol, la adrenalina, etc., que sirven para ponerlo en marcha y mantenerlo en movimiento. Pero el cuerpo no está preparado para una actividad constante, intensa o frecuente. Una actividad así lo sobrecarga y acaba provocando enfermedades tanto físicas como mentales, de corazón, piel, articulaciones, ansiedad, depresión, etc.  

 El cuerpo tampoco está hecho para preparar acciones y finalmente no realizarlas, que es lo que sucede en la realidad virtual. Por eso vivir tanto en la realidad virtual como hacemos hoy en día, nos genera estrés. En el cerebro hay unas neuronas, llamadas espejo, encargas de reflejar la realidad. Estas neuronas se activan tanto al realizar un movimiento como al planearlo, recordarlo o ver como otro lo realiza. Es decir, no distinguen lo real de lo virtual, el presente del pasado o el futuro ni lo mío de lo tuyo. Cuando una y otra vez estas neuronas espejo reflejan una realidad que finalmente no tiene lugar, la mente se descoloca y acaba sufriendo.

 Desde que el hombre es hombre, es decir, desde que el animal que éramos empezó a pensar, nos hemos ido separando de la realidad, la naturaleza. Nuestro pensamiento ha ido creando un mundo paralelo, que nuestra tecnología ha reproducido; primero con los libros, luego el cine, la televisión, los videojuegos y finalmente internet. Cada vez vimos más tiempo en esa realidad paralela, y ni nuestra mente ni nuestro cuerpo están preparados para ello. 

 Entre otras cosas el coaching nos ayuda a volver a conectar con la realidad de la naturaleza y de nuestro cuerpo. Yo mismo, después de muchos años practicando triatlón, un día sufrí una lesión que me impidió seguir haciendo deporte durante dos años. De pronto sentí como si hubiera perdido el contacto con mi cuerpo, que empezó a actuar por su cuenta: se engordo, perdió musculatura, etc. Según iban pasando los meses, al ver mi cuerpo tan descuidado, que no era aquel que yo había construido con esfuerzo y tenacidad, empecé a sentirme desanimado.

Gracias al coaching, no solo recuperé los ánimos si no que adquirir una mayor conexión con mi cuerpo de la que me había sentido simplemente haciendo deporte. Desde entonces no me resulta imprescindible hacer deporte para sentirme conectado con mi cuerpo. También me aporto más consciencia de mi mismo. Puede parecer una tontería, pero el coaching me ha dado herramientas y recursos para necesitar poco, y así vivo en paz conmigo mismo.