La comunicación no violenta
En este post me gustaría conmemorar el día internacional de la No Violencia establecido por la ONU.
Este día es un homenaje al nacimiento de Mahatma Gandhi, líder del movimiento de la independencia de la India y pionero de la filosofía y la estrategia de la No Violencia. Siempre utilizó la misma estrategia delante de su país y para el mundo, transformando el paradigma que nos dice que todo se consigue mediante la fuerza. Este hombre se convirtió en el icono de su movimiento que le llevó a transformar su país con la palabra y actos silenciosos, constantes y ante todo tranquilos. Su influencia y ejemplo marcaron la historia de las guerras que vinieron tras su asesinato en 1948 e influyó en el movimiento hippie de los años sesenta en Estados Unidos de América.
Nuestra auténtica grandeza radica en nuestra posibilidad de cambio. Si te cambias a ti mismo cambiarás tu mundo. Si cambias tu forma de pensar, cambiarás tus sentimientos y los actos que realizas. Si conservas intactos tus defectos (la ira, la negatividad, las tendencias de autosabotaje) daría igual que el mundo a tu alrededor cambiara
Mahatma Gandhi
A partir del ejemplo de Gandhi surgieron investigaciones como las de Marshall Rosenberg, fundador de los Centros de Comunicación No Violenta. Estos Centros fueron resultado de su trabajo de investigación como psicólogo y ante todo, de su especialización en resolución de conflictos mientras trabajaba asesorando activistas por los derechos humanos en la década de los sesenta. Este hombre encontró que la comunicación es un elemento clave para la resolución efectiva de conflictos, en especial si se trata de mantener una posición pacífica a la hora de asumir este tipo de encuentros que nos pueden resultar tensos.
Como primer principio para conseguir este tipo de comunicación, Rosemberg escribe que necesitamos aprender a observar sin evaluar. La distinción entre observar y evaluar hace la diferencia a la hora de comunicar un mensaje
¿Por qué tiene tanto impacto separar los dos términos? Si asemejamos la descripción a la observación, cuando describimos algo tendemos a valorarlo como si fuera parte de la descripción. Por ejemplo: la esposa de mi jefe se ha ido de viaje y por eso él está de mal genio esta semana. La primera parte de la oración describe algo que pasó. Es comprobable que una persona que tiene relación de pareja con su jefe se fue de viaje; sin embargo, no necesariamente esto incide en el estado de ánimo de mi jefe. Esta es una valoración causal, yo asumo un efecto debido a una causa que puede o no ser la que produce este efecto.
Otra forma de valoración es la valoración moral. Esta forma implica que bajo los valores que nos han enseñado hacemos juicios a partir de estos. De aquí se desprenden juicios hacia prácticas de otras personas y culturas que no comparten los mismos valores. Hay partes que tenemos conscientes en este aspecto, por lo cual tomar consciencia de nuestros valores culturales es más difícil. Un ejemplo de estos juicios es cuando pensamos que alguien es buena o mala persona, ya que la categorizamos según nuestro marco de referencia. Esto lo tomamos como una descripción.
En tercer lugar, encontramos las valoraciones éticas que están relacionadas con esos valores que hemos ido fortaleciendo al replantear nuestras creencias heredadas. Desde esta posición cuando valoramos una situación o persona, la valoración es tan personal como cuando hacemos juicios morales e incluso más, porque el camino transitado nos pesa más que el heredado. Como ejemplo podemos encontrar el evaluar que una persona es deshonesta porque no cumple nuestros criterios de honestidad, cuando para sí misma puede sentirse y percibirse honesta.
Por último, encontramos valoraciones estéticas que están relacionadas con las dos anteriores. Podemos describir un jarrón encima de una mesa, pero complementar esta descripción con un “es bonito” o “es feo” es parte de una valoración estética, de acuerdo a los criterios de belleza que hemos conocido hasta ahora o que priman en nuestra cultura, época y clase social entre otras características.
¿Qué tienen en común estas cuatro formas de valorar? Que todas incluyen nuestra percepción en la descripción. Para poder comunicarnos de una forma no violenta, necesitamos identificar cuáles son nuestras percepciones y cuáles son las descripciones, y transmitirlas como tales.