Autoconcepto

Lo que un buen autoconcepto puede hacer por ti

Solemos preguntarnos: ¿de dónde viene la inspiración? ¿Dónde se encuentra la alegría de vivir? ¿Realmente merece la pena este esfuerzo?… Un guerrero de la luz comprende que el despertar es un proceso largo, y que es necesario equilibrar contemplación y trabajo para llegar a donde se desea… Los resultados se revelarán mientras vayamos caminando, si no desistimos ahora.

Paulo Coelho

 

El autoconcepto es una construcción mental, la idea que nos hacemos de nosotros mismos. La tendencia actual es percibirnos construidos por varias dimensiones: somos un cuerpo físico, una mente, miembros de una sociedad, somos padres, hijos, tenemos una profesión, etc.

Cómo nos percibimos depende de las experiencias que hemos ido teniendo a lo largo de nuestra vida. Ya antes de nacer nuestros padres nos imaginaron como ellos habrían querido ser: médicos, arquitectos, etc. A lo largo de la vida tenemos que ir librándonos de esa imagen y decidiendo quién queremos ser realmente. Según vamos ganando madurez, vamos siendo más protagonistas de nuestra imagen, decidiendo a quién nos queremos parecer, eligiendo las actividades que nos gustan, nuestra ropa, etc. Finalmente, la autoimagen es el resultado de todo ese recorrido, en un momento determinado de nuestras vidas.

Raramente nos paramos a descubrir quienes somos realmente, pero constantemente una voz, que viene de la opinión de los otros o de nosotros mismos, nos juzga y nos dice cómo tenemos que pensar, sentir y actuar. Esto nos hace depender de los demás. Si en cambio nos formamos una opinión propia positiva, podremos sentirnos habitualmente bien, felices, autorrealizados, motivados, en paz con nosotros mismos, ilusionados.

En parte, el autoconcepto está ligado a los ideales de la sociedad. Por ejemplo: las marcas de moda, influencers, actores de series y películas, cantantes, etc., nos dictan como ser. Pero también es cierto que nos vamos creando unos ideales propios, que hasta cierto punto son independientes de aquellos que nos marca la sociedad. Este reflejo interior está formado y condicionado por la multitud de roles que desempeñamos, nuestras metas y objetivos, nuestra personalidad, nuestra ideología o filosofía, etc. La idea que tenemos de nosotros mismos es dinámica, lo que quiere decir que varía con el tiempo, como resultado del conflicto entre esos ideales de la sociedad y lo que nosotros queremos hacer de nuestras vidas.

Si yo creo que soy una persona que sabe expresarse bien, y que todos creen que me expreso bien, no tendré ningún problema en dar una charla en público. Si encima lo hago bien, creeré más en mi mismo y la próxima vez lo haré aún mejor, y así irá aumentando mi autoestima. Si, en cambio, me dicen que hablo mal y lo doy por válido, no haré la charla, o la haré mal, y al final me quedaré con la idea de que no sirvo para hablar en público.

La autoconfianza depende de la educación que hemos recibido. No es lo mismo si nos han hecho vivir los errores como fracasos que si nos los han hecho vivir como un éxito, porque al menos lo hemos intentado. La forma como de niños vivimos el error queda ya grabado por siempre en nuestro inconsciente, y va a costarnos mucho desterrar esas piedras que obstaculizan nuestro camino. Nuestra verdadera humanidad está en aceptar el error, porque es imposible vivir sin equivocarse.

Lo bueno de toda esta historia es que siempre estamos a tiempo de cambiarla. Aunque nos hayan educado de determinada manera, nosotros podemos hacerlo de otra forma: eligiendo las experiencias que queremos tener, con quién queremos relacionarnos, qué libros queremos leer. Y así ir construyendo nuestra propia forma de ver el mundo y a nosotros mismos. No sólo el autoconcepto, es decir cómo nos percibimos, sino también la autoestima, es decir, cómo nos sentimos o cómo nos sentimos al pensar en nosotros

Hay muros que no nos vemos capaces de saltar. El coaching teleológico nos ayuda a entender que sin darnos cuenta ya lo estamos haciendo, sólo que en otros contextos. De lo que se trata entonces es de trasladar los éxitos a donde creemos que estamos fracasando, para acabar entendiendo que tales muros no existen y que por tanto nada nos impide seguir adelante. Incluso a lo mejor, decidir que no necesitamos cambiar, que todo está bien como está. En este  post   explico que tanto elegir como no hacerlo pueden ser opciones válidas.